Conversando
con una estudiante de primer año, de esas que hablan hasta por los codos,
desfachatada, alegre, que tiene que sacar algún tema para conversar, pero que
en este caso fue al revés, porque la conversación la inicié yo, se me da por
preguntarle a qué escuela fue y cómo estaba integrada su familia, porque, si
bien uno hace un diagnóstico inicial, a esta altura del año ya no sé ni con
quién vivo, menos mis alumnos. Esto implicó que ella terminara cantando y
bailando, pero, más allá del detalle final, lo importante de la charla fue lo
vinculado con su escuela, sus compañeros y los aprendizajes.
Me contó
que vive con su mamá y su abuela, en Belvedere, y que cursó su educación
primaria en una escuela pública de tiempo completo en el Prado, donde tenían
inglés, danza, teatro y natación, les daban de comer, etcétera. También me
contó quiénes eran sus compañeros: en su lista fueron apareciendo los nombres
de los mejores alumnos de primer año del liceo.
Un dato
relevante es qué formación tienen los padres de estos estudiantes, ya que esto
es uno de los capitales más importantes que un niño puede poseer, en relación
con su educación; esto demandaría una investigación importante y no era el
objetivo de esta sencilla charla.
Lo que sí
puedo decir es que los datos surgidos de la conversación me permiten algunas
conclusiones rápidas. En primer lugar, hablamos de una escuela del Prado, dicho
esto en relación con el contexto social y su influencia, otro de los capitales
educativos importantes con que un estudiante puede contar.
Respecto
del aprendizaje, los estudiantes que ella mencionó están muy por encima de la
media, en cuanto a la base que traen, y a la vez como punto de partida para adquirir
nuevos conocimientos. En este aspecto considero que la escuela, con su
particular organización de doble turno y actividades extracurriculares,
contribuyó y contribuirá en gran medida a la formación de estos gurises, siendo
un mojón fundamental para todo su desarrollo y proceso educativo.
Javier S.
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