miércoles, 28 de febrero de 2018

El abordaje de la repetición: el peor de los caminos.


Los números del presidente.

El presidente, en el comienzo del mandato, se comprometió a mejorar los índices educativos en números prácticamente imposibles de lograr en cinco años. Nadie se paró firme ni le avisó del error que cometía al plantear tamaño desafío.
Hoy da la impresión de que las autoridades de la educación recibieron la orden de acercarse a esos números; solo de esta manera se puede entender cómo destrozan las buenas oportunidades de mejorar, no llevando los temas a una discusión imprescindible con todos los colectivos de la educación.
En este caso en particular, no se puede pretender borrar una práctica de décadas (repetición) con circulares de dos carillas u ofreciendo dinero.

El caso de Secundaria.
La repetición, el abandono y la asociación entre ambos son algunos de los problemas que enfrentan los estudiantes de Secundaria; el desafío es cómo resolverlo.
Mucho se ha escrito sobre lo que produce la repetición en un estudiante; por el contrario, existe muy poca teoría que apoye la repetición como herramienta pedagógica. Esta es una práctica que se ha extendido desde principios del siglo pasado y que los sistemas educativos han ido adoptando, sin, en el mayor de los casos, fundamentar por qué.

Resistencia y validez.
Unos optarán por pensar que la falta de presupuesto para poder encarar soluciones que no afecten el aprendizaje, lo ideológico y su vinculación con la desigualdad social, el contexto, la familia, etcétera, son los mayores responsables del problema. Más allá de la validez de los planteos, lo que parece indiscutible es la injusticia que se genera, al menos. Que un estudiante que aprobó una asignatura la deba recursar, con lo desmotivante que esto puede significar, y con la posibilidad de que al recursar termine perdiendo una asignatura que en su momento aprobó, parece injusto o al menos falto de lógica

El diálogo ausente.
Es acá donde las autoridades de Secundaria y todos sus mandos medios han fracasado estrepitosamente. La falta de diálogo horizontal con todos los profesionales de la educación es indispensable, hablamos de profesionales que necesitan de una reflexión y de un acuerdo que les permita llevar su tarea adelante con la certeza de estar en el camino correcto, o al menos de haberlo discutido y llegado a una síntesis que refleje los acuerdos generales.
El modelo propuesto por Secundaria viene, desde mi punto de vista, a resolver un aspecto injusto de la repetición, el hecho, como ya mencioné, de recursar lo aprobado, cosa que, a modo de ejemplo, en el nivel terciario no sucede y a nadie en su sano juicio se le ocurriría decirle a un estudiante de formación docente que por no haber aprobado todas las asignaturas de un año, debe volver a recursarlas todas. En Secundaria increíblemente lo impensado sucede.
Si bien el ejemplo sirve para plantear algunos de los problemas que encierra la repetición, es claro que edades y etapas del desarrollo son diferentes entre un estudiante de secundaria y de terciaria. ¿A qué viene esto? Esto viene a la cuestión práctica. ¿Cómo aborda un liceo a los estudiantes que recursan la mitad de las asignaturas y las otras no? El estudiante de educación terciaria se va para la casa o espera, fuera o dentro del edificio sin que necesariamente haya que estar pendiente de él. En el caso de la educación media, hablamos de adolescentes, por lo cual es el período de mayor atención sobre el estudiante. Entonces, ¿tenemos instituciones preparadas ediliciamente y con los profesionales necesarios para abordar a estos gurises en los tiempos en que están fuera de clase? La respuesta tajantemente es no. ¿Qué logramos entonces? ¿Introducimos un nuevo inconveniente?

El peor de los caminos.
Las interrogantes planteadas y las dudas que surgen entre los profesionales de la educación son los que hacían necesario el diálogo franco en la búsqueda de soluciones, no solo para este tema en particular. Secundaria desde hace un tiempo ha optado por el camino de la imposición, se ha equivocado en los tiempos y en las decisiones. Desde el momento en que decidieron no asesorar al presidente, las autoridades le han dado más a la herradura que al clavo. Siempre hay tiempo de cambiar rumbos..

Javier S.

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