Los números del presidente.
El
presidente, en el comienzo del mandato, se comprometió a mejorar los
índices educativos en números prácticamente imposibles de lograr en cinco
años. Nadie se paró firme ni le avisó del error que cometía al
plantear tamaño desafío.
Hoy
da la impresión de que las autoridades de la educación recibieron
la orden de acercarse a esos números; solo de esta manera se puede
entender cómo destrozan las buenas oportunidades de mejorar, no
llevando los temas a una discusión imprescindible con todos los
colectivos de la educación.
En
este caso en particular, no se puede pretender borrar una práctica
de décadas (repetición) con circulares de dos carillas u ofreciendo
dinero.
El
caso de Secundaria.
La
repetición, el abandono y la asociación entre ambos son algunos de
los problemas que enfrentan los estudiantes de Secundaria; el desafío
es cómo resolverlo.
Mucho
se ha escrito sobre lo que produce la repetición en un estudiante;
por el contrario, existe muy poca teoría que apoye la repetición
como herramienta pedagógica. Esta es una práctica que se ha
extendido desde principios del siglo pasado y que los sistemas
educativos han ido adoptando, sin, en el mayor de los casos,
fundamentar por qué.
Resistencia
y validez.
Unos
optarán por pensar que la falta de presupuesto para poder encarar
soluciones que no afecten el aprendizaje, lo ideológico y su
vinculación con la desigualdad social, el contexto, la familia,
etcétera, son los mayores responsables del problema. Más allá de
la validez de los planteos, lo que parece indiscutible es la
injusticia que se genera, al menos. Que un estudiante que aprobó una
asignatura la deba recursar, con lo desmotivante que esto puede significar, y con la posibilidad de que al recursar
termine perdiendo una asignatura que en su momento aprobó, parece
injusto o al menos falto de lógica
El
diálogo ausente.
Es
acá donde las autoridades de Secundaria y todos sus mandos medios
han fracasado estrepitosamente. La falta de diálogo horizontal con
todos los profesionales de la educación es indispensable, hablamos
de profesionales que necesitan de una reflexión y de un acuerdo que
les permita llevar su tarea adelante con la certeza de estar en el
camino correcto, o al menos de haberlo discutido y llegado a una
síntesis que refleje los acuerdos generales.
El
modelo propuesto por Secundaria viene, desde mi punto de vista, a
resolver un aspecto injusto de la repetición, el hecho, como ya
mencioné, de recursar lo aprobado, cosa que, a modo de ejemplo, en
el nivel terciario no sucede y a nadie en su sano juicio se le
ocurriría decirle a un estudiante de formación docente que por no
haber aprobado todas las asignaturas de un año, debe volver a
recursarlas todas. En Secundaria increíblemente lo impensado sucede.
Si
bien el ejemplo sirve para plantear algunos de los problemas que
encierra la repetición, es claro que edades y etapas del desarrollo son diferentes entre un estudiante de secundaria y de terciaria. ¿A
qué viene esto? Esto viene a la cuestión práctica. ¿Cómo aborda
un liceo a los estudiantes que recursan la mitad de las asignaturas y
las otras no? El estudiante de educación terciaria se va para la
casa o espera, fuera o dentro del edificio sin que necesariamente
haya que estar pendiente de él. En el caso de la educación media,
hablamos de adolescentes, por lo cual es el período de mayor atención
sobre el estudiante. Entonces, ¿tenemos instituciones preparadas
ediliciamente y con los profesionales necesarios para abordar a estos
gurises en los tiempos en que están fuera de clase? La respuesta
tajantemente es no. ¿Qué logramos entonces? ¿Introducimos un nuevo
inconveniente?
El
peor de los caminos.
Las
interrogantes planteadas y las dudas que surgen entre los
profesionales de la educación son los que hacían necesario el
diálogo franco en la búsqueda de soluciones, no solo para este tema
en particular. Secundaria desde hace un tiempo ha optado por el
camino de la imposición, se ha equivocado en los tiempos y en las
decisiones. Desde el momento en que decidieron no asesorar al presidente, las autoridades le han dado más a la herradura que al clavo. Siempre hay tiempo de cambiar rumbos..
Javier S.
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